La historia olvido de aquel verdadero amor que vivía en el interior del
hombre, Dios le dio vida a un varón y lo puso en el paraíso terrenal, pero
olvido que divagaba un gran amor dentro de su divina creación, ni siquiera el
hombre pudo darse cuenta de aquello, dentro de él habitaba un amor puro y
verdadero, capaz de unir sentimientos tan escondidos para que nadie pudiera
interferir entre ellos, tan dulce que en cada gota de amor, el viajero recorría
cada conducto del sentimiento profundo, si alguien preguntara quienes son estos
personajes tan locos de amor y que por mera casualidad emulados por un Romeo y una
Julieta, quizás podría decirse que también el final de la historia termina en
una tragedia por el desengaño y el desconsuelo, llegando a sepáralos.
Dios creo en su infinita misericordia al Hombre, le dio un “Corazón” para amar y
sosegarse en la alegría y en el dolor que lo llene de emociones y sentimientos.
A su vez también le entrego aquello que pudiera darle miles de pensamientos,
recuerdos e inteligencia, lo puso en lo mas alto de su ser, llamándole una “Mente
prodigiosa”, pero como nada es preparado por el destino, ni siquiera el Divino
puede intervenir en las decisiones del amor; La mente conoció al corazón y
ambos en un contacto tan sublime se enamoraron, mientras que el hombre vivía sin
compañía en el paraíso, sin entender cual era su destino o el rumbo de su
existencia. Podía el hombre sentirse tan desdichado al encontrarse solo, y sin
saberlo, fue sintiendo por dentro que algo pasaba, sintiéndose tan extraño que
conoció por primera vez a la soledad.
La mente y el corazón eran muy felices, solo hasta donde pudo durar ese gran
amor, ni las promesas que se juraron pudieron evitar que se rompieran aquella
felicidad. Las promesas fueron olvidadas y no por el sigiloso desengaño, sino
porque nadie puede detener el incesante caminar de los sentimientos, la inmensa
libertad de amar y de querer, de entregar y recibir, de ser correspondido y
corresponder. La mente tuvo que olvidar al corazón por una simple razón, el
hombre encontró la forma de olvidar a la soledad y Dios fue justo con él
entregándole en compañía a una mujer.
Entonces fue que el corazón del hombre cambio su mirada hacia un
sentimiento y un pensamiento distinto, y sin querer el divino intervino en el
sentimiento del corazón, pero advirtió la tristeza de la mente sintiéndola
aturdida, fue tan leve y sutil a esta sensación de vacío que nadie pudo
advertirlo, pensando quizás que era un efecto de atracción entre el hombre y la
mujer. Pero advertido de este efecto, Dios decidió que la mente solo pudiera
vivir como un vigilante cauto y celoso de quien pudiera herir la estabilidad de
las emociones sinceras del corazón. “Quien advierte a la conciencia pues vuelca
todo sentido y razón a una expresión verdadera”. El sentimiento es un don que
solo vive en aquellos que pueden entregar su alma por el verdadero amor, sin
importar lo solitario que puedan estar, con tal de que reine la felicidad.
La mente sólo recordó aquella frase que nombro alguna vez el corazón, “Que
siempre estaría a su lado para vivir eternamente”, como un presagio se cumplió
en cuerpo y alma pero no para sentirse amado. Entonces la palabra y la frase
cambio, por que la mente reconoció que no podía demostrarle más amor al corazón,
ya que era imposible. Y la mente se juro a si misma que su verdadero amor sería
proteger al corazón de cualquier motivo al que pudiera ser dañada, y el divino asentó
en aquel error para otorgarle ese poder a la mente de decidir en el momento
justo, cuando intervenir. Y por curiosidad del destino la mente se convirtió en
el protector del corazón.
La mente se aparto por un tiempo, escogió su lugar y su soledad para
desaparecer muy sigilosamente, sin tener que dejar de observar, y a su vez, sin que nadie pueda advertir de su presencia,
se volvió un personaje olvidado y con mucha razón. Ya nada para él era
superficial, ya no podía seguir demostrando ese amor, se volvió frío y
calculador, fue mucho más reflexivo en sus decisiones. Mientras la madurez de
la mente sea profunda, el criterio será más certero.
El corazón del hombre comenzó a vivir una fantasía nueva, se enamoro y
vivió sintiendo un amor profundo hacia otra persona, hacia otro corazón; Brillaba
en su cuerpo con tanta pasión, brotaba tanta dulzura que sus sentidos estaban
conjugados para amar y sentir, dándole una felicidad exquisita al corazón. Nada
hacia recordar al corazón que alguna vez la mente le enseño lo que es el amor.
Ya nada era igual, ya nada se parecía a lo que alguna vez fue, ya el camino
abrió otra brecha, solo quedaba apreciar la felicidad del corazón, que amaba
con intensidad a un nuevo amor. Muchas veces el tiempo se encarga de construir
una hermosa vida, fortalecer ese designio del amor, dándole un verdadero
sentido a creer que solo existe una maravillosa relación hacia un sentimiento
de pareja.
El romance y la unión solo permitían jurarse amor eterno. Envueltos en la
fantasía de una llama abrazante, nada hacia presagiar que la mente pudiera
intervenir, pero el vigilante nunca decide abrirse campo y olvidar a un amor
que aun vive dentro de él. Y por que olvidarla, si para la mente el recuerdo de
un amor verdadero vive oculto en el silencio eterno, por siempre y para
siempre.
Cuando el amor llega, nos hace olvidar parte de lo real, vivimos en un
mundo distinto, y así sentía el corazón, vivía embriagado de tanto amor, de
abrazar a su felicidad, de colmarlo de besos intensos, pero, quien pude
determinar que cuando uno ama, puede ser igualmente correspondido, quien en
realidad pude ser lo suficientemente sincero para amar y ser amado, cuantas
veces hemos tenido la oportunidad de amar y querer a alguien y al final morir
en la decepción. Cuantos creemos que al fin hemos encontrado a nuestro
verdadero amor, cuando en realidad lo verdadero y lo sincero no viene solo de
un solo lado, porque el amor no es solo entregar un beso, si no compartir una
vida, entre risas y llantos, entre penas y alegrías, entre dudas y
afirmaciones, pero lo más sincero en una relación es un compromiso “Real”,
aquel que solo se firma con el verdadero sentimiento escrito en un papel, en
donde ambos puedan repasarlo en el día a día, como una oración a nuestra fe a
lo que amamos.
Como una suave brisa de verano el corazón tomaba a su nuevo amor,
convencida de que viviría por siempre a su lado, entrego toda su vida y todo su
cariño. El tiempo era el forjador de la verdad. Y así como el tiempo se encarga
de todo en esta vida, un remolino de maravillas, una tormenta de intensidad,
una lluvia de alegrías, pues todo llega en su momento y así como llega la
desilusión también llega el dolor y la pena, dos personajes que el corazón no
pudo evitar cerrarles la puerta.
Y es ahí que su defensor y protector avisto una penumbra, cierto desahogo y
tristeza, por lo que decidió acogerla y cubrirla con un manto frio lleno de
realidades, envolviéndola con la rabia y el odio por el desprecio, con el silencio
y la indiferencia por la desilusión. La mente tenía todo preparado para protegerla
y saber curar sus heridas, tomando sus penas, lágrimas, llantos y volverla de la
profundidad a lo real, enseñándole el consuelo de la resignación, de
estabilizar su amor con pequeñas dosis de maldad y rechazo, de contrarrestar el
cariño con una pisca de amargura. Y es que la “Mente” sabe que el amor solo está pululando por aires y llanuras de un
terreno incierto. Acallará y borrará de a pocos el sentimiento que abriga el corazón,
hasta volverla dura e impenetrable, pero el tiempo es sabio y lo que decida la
mente el tiempo lo corrige, - pues-, ¿quién manda en un corazón? sí Dios
determinó el “Libre albedrio”, entonces sí el Divino no puede mandar en el
amor, menos lo podrá hacer la “Mente”. Y el “Corazón” tarde o temprano volverá
a entregar su amor a quien llene sus arcas de cariño, amor y alegría.
La mente solo se retraerá, se alejará volverá a su lugar muy atento y
vigilante porque sabe que quien nunca se equivoca es porque tiene la mente vacía
y el corazón muerto, quien nunca ha vivido nunca conoció el amor y sabe que un
amor en silencio es eterno.
Entonces podemos asegurar que el amor se entrega acaso con la “Mente” o con
el “Corazón”?.
Autor: Alberto “Beto” Lamilla.
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